Inteligencia artificial, naturalmente de Nuria Oliver

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Inteligencia Artificial, naturalmente es una publicación digital de red.es y ONTSI, editada en mayo de 2020. Su autora, Nuria Oliver, es una autoridad reconocida en el desarrollo y aplicación de esta tecnología. Sus más de 25 años de experiencia y su amplio currículum así lo avalan. Con este libro nos introduce en el apasionante mundo de la IA:
“un breve recorrido por su historia, describiendo su impacto actual y planteando los retos que presenta desde diferentes perspectivas. Las últimas páginas esbozan mi visión del futuro. Una visión que no puede ser sino esperanzadora”.
El subtítulo es muy significativo: un manual de convivencia entre humanos y máquinas para que la tecnología nos beneficie a todos. Nuria Oliver defiende que el impacto de esta tecnología no puede estar al margen de las personas, sino que ha de ser una tecnología que se adapta a las personas, y no al revés. Entre sus propuestas, como explicaremos en este artículo, destaca “la importancia de definir un marco ético y una nueva gobernanza de los sistemas de IA”.

Nuria Oliver

Esta alicantina, nacida en 1970, ha dedicado toda su vida profesional a la investigación de la Inteligencia Artificial –como ella misma explica en el primer capítulo– y más concretamente a la tecnología basada en el comportamiento humano.


Ingeniera de Telecomunicaciones por la Universidad Politécnica de Madrid y con doctorado por el MIT (EEUU), reconoce que cuenta con un perfil de investigadora y directora de investigación que es muy poco común en España. Durante los 12 años que investigó en EEUU trabajó en organismos tan prestigiosos como el Media Lab del MIT y Microsoft. Tras su regreso a España ha ocupado cargos de dirección en Telefónica I+D (Barcelona), Data Pop Alliance, Vodafone y Vodafone Institute. Además asesora sobre IA y Big Data a varias universidades, compañías, fundaciones, e incluso a instituciones como la Comisión Europea, el Foro Económico Mundial y a los gobiernos valenciano y español. A finales de 2018 ingresó en la Real Academia de Ingeniería de España.

Actualmente, al igual que otros muchos científicos e investigadores, está trabajando en un proyecto sobre el covid-19. Se trata de una encuesta para estimar cuántas personas están infectadas (o no), el impacto económico y para entender cómo se sienten las personas tras semanas de confinamiento. Los resultados los analizarán mediante algoritmos de IA.

La historia de la IA

Antes de plantear el impacto de la IA es necesario conocerla. Nuria en el segundo capítulo propone “un paseo personal por la historia de la IA”. Paseo personal porque no quiere aburrir al lector con numerosos datos técnicos, sino que pretende descubrirnos quiénes son las principales personas que están detrás de los avances de esta tecnología. Además conoció personalmente, entre otros, a Marvin Minsky, creador de la primera red neuronal computacional.


En este capítulo descubrimos que el desarrollo de esta tecnología no es nada sencillo desde el punto de vista técnico. Su objetivo es muy ambicioso: imitar el comportamiento humano inteligente, aunque aún está muy lejos de conseguirlo.

Nuria nos describe muy bien cómo se han desarrollado los avances de los dos principales enfoques: top-down y bottom-up. No oculta tampoco los fracasos históricos, a los que llama “inviernos”, que parecían estar encaminados a parar esta tecnología. Sin embargo, desde los años 90, se están alcanzando grandes progresos gracias a tres factores: el acceso a Big Data, la disponibilidad de procesadores a muy potentes a bajo coste y modelos conocidos como Deep Learning. Todo ello, le hace preguntarse, ¿estaremos viviendo una “primavera perpetua” de la IA?

La IA ya está transformando nuestras vidas

Estamos inmersos en la “cuarta revolución industrial” o en “la segunda era de la máquina”, conceptos acuñados por el fundador del Foro Económico Muncial: Klaus Schwab. La IA ya está transformando la medicina, la cultura, la economía, la ciencia… e incluso en nuestra vida cotidiana cuando, por ejemplo, utilizamos sistemas de búsqueda y recomendación de información de Netflix, Spotify y Facebook. Por ello, en el tercer capítulo Nuria afirma que “convivimos con la IA probablemente sin saberlo”, aunque reconoce que “aún queda muy lejos el sueño de un el sueño de una inteligencia equiparable a la humana”.

A pesar de sus limitaciones, la IA se está desarrollando muy rápido y todo indica que cada vez tendrá más presencia. Una de las cuestiones urgentes a corto plazo que plantea es el impacto ambiental, por ello la autora se pregunta ¿un planeta inteligente pero poco sostenible?

Ante algunas predicciones futuristas, a veces más cercanas a la ciencia ficción que a la realidad, es necesario poner los pies en el suelo. “Los sistemas actuales manifiestan un tipo limitado de inteligencia: son incapaces, entre otras cosas, de generalizar y extender a otros ámbitos sus niveles de competencia en una tarea de manera automática, como haría un humano”. Esto es lo que se conoce como IA Específica. Aún estamos muy lejos llegar a la IA General, que es una inteligencia similar a la nuestra. Y, mucho más, de los sistemas con super-inteligencia, es decir, una inteligencia muy superior a la humana. Este termino tan controvertido ha sido propuesto y defendido por el filósofo Nick Bostrom, cofundador de la Asociación Transhumanista Mundial.


Para Nuria Oliver “hay problemas fundacionales de la Inteligencia Artificial que todavía están por resolver”. Entre ellos se encuentra la limitación del aprendizaje, puesto que el cerebro sigue aprendiendo de manera mucho más eficiente.

Aún así, se han conseguido algunos logros como analizar e interpretar enormes cantidades de datos, que con otros medios sería prácticamente imposible. Otra propiedad de la IA, que se entromete en un terreno muy resbaladizo, es su habilidad para tomar decisiones automáticas y predecir situaciones futuras.
“De hecho, aspiramos a que las decisiones algorítmicas basadas en IA entrenada con datos carezcan de las limitaciones de las decisiones humanas –conflictos de interés, sesgos, intereses propios, corrupción...–, y sean por tanto más justas y objetivas”.
Aquí se nos plantean muchos interrogantes: ¿cómo será posible conseguir este objetivo? ¿quién lo garantiza? ¿qué sucederá cuando una máquina llega a una decisión que contradice la del humano? Son cuestiones que reclaman una respuesta desde la ética.


Nuria intentará dar respuestas en el último capítulo de su libro, pero antes adelanta que las empresas y gobiernos no son ajenos a estos interrogantes. Ella forma parte del equipo de expertos que asesora a la Comisión Europea para definir un conjunto de guías éticas para la IA y ha participado activamente en el libro blanco sobre IA, publicado en febrero de 2020.
“El objetivo es garantizar que los sistemas de IA son transparentes, supervisados por humanos y susceptibles de ser evaluados y certificados por autoridades externas. También se incluye la necesidad de asegurar que los datos con los que se entrenan estos sistemas no tienen sesgos y que siempre se respetan los derechos fundamentales. En el caso de aplicaciones de la IA de bajo riesgo, la Comisión Europea propone un esquema de etiquetado voluntario”.
El capítulo se cierra con una enumeración de 7 tareas pendientes de la IA: lenguaje, incertidumbre, aprendizaje a corto, medio y largo plazo, causalidad, contexto, aprendizaje constante, robustez. Quiero destacar una de ellas: la causalidad. Para Nuria Oliver “este concepto es una abstracción para ayudarnos a explicar cómo funciona el mundo, y forma parte del aprendizaje temprano de nuestra y otras especies”. El problema es que los modelos computaciones no son capaces de aprender y detectar relaciones de causalidad. Actualmente es una área de investigación. Aquí nos surge otro interrogante: ¿llegará una máquina a conseguir establecer relaciones entre causa y efecto al igual que los seres humanos?

Retos y limitaciones de la IA

Además de las tareas pendientes, la IA hoy día sigue presentando una serie de puntos débiles: transversalidad, invisibilidad, complejidad, escalabilidad, actualización constante de la capacidad para predecir. El problema no solo se encuentra en estas estas debilidades técnicas, sino que un mal uso o abuso de esta tecnología puede inferir en la relación entre los seres humanos. Aquí estamos hablando de una serie de peligros actuales: la asimetría (dominada solo por unas pocas personas), las deep fakes (difusión noticias falsas utilizando grabaciones de vídeo reales) y la vulnerabilidad al hackeo de la información.


No todo es negativo, la IA nos ofrece también grandes oportunidades para un futuro no muy lejano:
“Nos permitirá disponer de una medicina de precisión personalizada, preventiva y predictiva; una educación a medida de cada uno, y permanente; ciudades inteligentes; una gestión más eficiente de los recursos; y una toma de decisiones más justa, transparente y basada en la evidencia”.
Sin embargo, no debemos olvidar que la IA cambiará nuestra forma de vida y de trabajar. Por tanto, la pregunta clave es: “¿estamos preparados, como sociedad, para suplir la demanda de nuevas ocupaciones derivadas de la IA?” Nuria Oliver considera que no estamos preparados y propone una transformación de nuestros programas educativos. Si queremos estar preparados para la futura convivencia entre humanos y máquinas es necesario invertir ya en educación formal e informal.
“El mundo necesita más erudit@s digitales y formarlos está en nuestras manos”.
Su propuesta es impartir una asignatura llamada Pensamiento Computacional en la educación obligatoria, que ayude a conocer como funciona esta tecnología, y no solamente a saber usarla. Además insiste en la necesidad de desarrollar el pensamiento crítico, la creatividad y la inteligencia emocional y social. Los erudit@s digitales serán aquellos que hayan adquirido todas estas dimensiones claves para contribuir a la sociedad del futuro.
“Ser erudit@ digital implica dominar el Pensamiento Computacional. La empatía, la paciencia, la perseverancia, la concentración mantenida en una tarea compleja, la tolerancia, la flexibilidad, la habilidad de gestionar el aburrimiento o de aceptar una gratificación a largo plazo son igualmente cualidades muy valiosas en el contexto actual”.
La interacción con la máquina ocupará cada vez más tiempo de nuestro día a día, pero no, por ello, debemos renunciar a un tiempo off, un número mínimo de horas de descanso tecnológico. No podemos olvidar que las relaciones humanas cara a cara, sin tecnología por medios, son y seguirán siendo nuestras actividades más importantes. Nuria Oliver advierte que las máquinas hoy día no son capaces de interpretar nuestro lenguaje no verbal. “Y ya sabemos que, en la naturaleza, lo que no se usa, se pierde”. A continuación, realiza la siguiente reflexión:
“Más allá de la comunicación y las relaciones, mantener una presencia y conexión físicas con el mundo que nos rodea es fundamental para nuestra salud mental, nuestro bienestar emocional, nuestra creatividad y, en último grado, nuestra felicidad”.
 
Hacia una IA por y para todos. La gobernanza del planeta digital

En su último capítulo, al igual que otros expertos en la materia, afirma que “solo si acordamos principios de gobernanza y actuación empresarial centrados en los derechos y el bienestar de las personas lograremos un modelo de convivencia basado en una Inteligencia Artificial creada por y para todos”. Para la definición de estos principios será necesario crear equipos multidisciplinares, porque la diversidad enriquece. A nivel mundial, enumera una serie de organismos e instituciones que utilizan Big Data e IA para el bien social. Entre ellos, nos resulta interesante la propuesta del centro multidisciplinar Center for Humane Technology (California), “que defiende el desarrollo de tecnología que tiene en cuenta los valores, las necesidades y los intereses de las personas por encima de todo”.



Los dilemas éticos más importantes surgen de la toma de decisiones de los algoritmos, que podrían afectar a millones de personas. Nuria se plantea una serie de preguntas que nos sitúa el contexto:
“¿Escaparán las decisiones automáticas a nuestro control? ¿Hasta qué punto están estos sistemas protegidos contra ciberataques y usos maliciosos? ¿Podemos garantizar que sus decisiones y actuaciones no tienen consecuencias negativas para las personas? ¿Quién es responsable de dichas decisiones? Puede resultar especialmente escalofriante una cuestión en particular: ¿Qué sucederá cuando un algoritmo nos conozca a cada uno de nosotros mejor que nosotros mismos, y aproveche esa ventaja para manipular de manera subliminal nuestro comportamiento?”
Ante estos interrogantes, en la literatura técnica se han propuesto una serie de principios éticos y dimensiones de trabajo. Nuria Oliver los agrupa bajo el acrónimo FATEN: F de Fairness (justicia); A de Autonomy (autonomía); T de Trust (confianza); E de Education (educación); N de Not Maleficence (no maleficiencia). Los siete requisitos que debería cumplir una IA fiable son: intervención y supervisión humanas; robustez y seguridad; privacidad y gestión de datos; transparencia; diversidad, no discriminación y equidad; bienestar social y medioambiental; rendición de cuentas. Esta propuesta tiene muchos puntos coincidentes con la algor-ética de Paolo Benanti, como explicamos en otro artículo.

Me parece muy interesante la insistencia de Nuria Oliver en crear grupos de expertos de distintos campos –derecho, economía, ética, filosofía, informática, ciencias políticas– para colaborar en las diferentes métricas que intervendrán en la justicia algorítmica. Igualmente destacan aquellos principios que deben garantizar la autonomía y dignidad humana, maximizar su efecto beneficioso para la sociedad, respetar la privacidad personal y, por supuesto, no violar los derechos fundamentales “como el de establecer y desarrollar relaciones con otros humanos, el de la desconexión tecnológica y el derecho a no ser vigilado”. También son de un aplastante sentido común, los derechos básicos que Nuria Olive añade por su cuenta:
“el derecho a un contacto humano significativo – por ejemplo, en servicios de atención operados exclusivamente por chatbots–, y el derecho a no ser medido, analizado, orientado o influenciado subliminalmente mediante algoritmos”.
En sus conclusiones, Nuria expone sus deseos para el desarrollo de la tecnología de IA: una tecnología que nos ayude a vivir más, y sobre todo mejor, a todos; una mayor inversión en España; actualizar nuestro sistema educativo, estimulando la creación y la innovación; y una mayor implicación de las mujeres en la investigación y desarrollo de esta tecnología.

En definitiva, estamos ante un libro divulgativo sobre la IA que nos introduce en mundo de la IA. Un manual para la convivencia, como lo define la autora, que no solo no excluye el amplio debate entre ética e inteligencia artificial, sino que además propone una serie de principios y derechos que garanticen la dignidad del ser humano.

Miguel Ángel Correas

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